Mis manos me dan los buenos días

Después de una semana de trabajo intensa y estresante le encantaba saborear esos segundos en los que abría los ojos y tomaba conciencia de que no le tocaba ir a la oficina.

En los días de frío le gustaba dormir con poca ropa, pero arropado. El contraste de temperaturas le hacía acurrucarse para aguardar el calor de su cuerpo.  Este sábado se despertó pensando en ella. Sin darse cuenta, empezó a recordar sus fotos. Las empezó a unir formando una única imagen de ella desnuda. Deseó verla quitándose la ropa prenda por prenda. Viendo como su cuerpo desnudo iba apareciendo según desaparecía su ropa. Se la imaginó depilándose en la ducha. Le gustó la escena. Cerró los ojos con más fuerza para aumentar la resolución de la imagen que tenía en mente.

Recordó su boca, sus pechos, sus pezones, su vagina, su clítoris… Notó que estaba excitado. Pasó su mano por encima de su ropa interior y notó la erección.  Metió la mano dentro y empezó acariciarse pensando que sus manos eran las de ella. No tardó en empezar a mastubarse. Al principio, despacio. Poco a poco el ritmo de sus manos ganó en velocidad.

Deseaba estar dentro de ella. Dentro de sus manos, de su boca, de su vagina. Quería pegar su cuerpo al suyo. Por delante. Y también por detrás. Sentía que quería tener el orgasmo dentro de su boca. O regar sus pechos de su semen para luego masajearla y lubricarla con el líquido caliente que salía de su cuerpo.

Deseaba verla gozar de placer. Necesitaba verla gritar y gemir sin control. Se la imaginaba masturbándose mientras pensaba en él. Seguían apareciendo sus fotos en su mente mientras sus manos seguían masturbándose tan rápido como podía a la vez que notaba como la humedad del pene era elevada. No podía estar más dura. Sentía que iba a correrse, pero le daba pena que su semen se desperdiciara. Quería que le vieran. Quería verla mientras le veía mirando cómo se tocaba y cómo gemía. Quería volverla a ver desnuda. Quería saber cómo sabía su cuerpo, sus pechos, sus pezones, su boca, su vagina…

Y alcanzó el orgasmo. Sintió varias corrientes eléctricas que expulsaron su semen. Notó cómo su mano se lleno de semen. Se limpió con su propia piel, acariciándose pensando que era ella, que estaba en su boca

Semáforo en rojo.

Mañana soleada y calurosa.

 Después de las procesiones de madrugada media ciudad duerme; la otra regresa, somnolienta, a casa.

Quiero aprovechar mis escasos días de vacaciones y yo, que no me encuentro entre aquellos que han estado en el bullicio religioso, decido salir a hacer ejercicio. Me pongo mi camiseta azul, unas mallas cortas de “running” del mismo color con ribetes blancos en el lateral de los muslos, calcetines deportivos y mis zapatillas para correr negras. Ni una sola prenda más. Solo llevo puestas esas cuatro.

Tras recorrer los primeros metros, me percato de que hay viento de levante en calma. Me tocará pasar un poco más de calor y de sensación de bochorno de lo previsto. Rompo a sudar a los pocos minutos sintiendo cómo mi camiseta se empieza a empapar y a pegarse a mi piel húmeda. Las mallas también absorben mi sudor y el color azul se ve impregnado de surcos oscuros. Llego al parque y recorro por dentro, por los senderos de albero, la distancia que tenía fijada para el entrenamiento de hoy.

Satisfecho por el ritmo y el tiempo empleados decido regresar a casa ya a una velocidad más suave, como forma de relajar mis extremidades inferiores. Salgo por la puerta principal del parque y tengo que detener momentáneamente mi carrera. El semáforo está en rojo. Para no enfriarme me quedo dando pequeños saltos, levantando los pies del suelo pero sin avanzar del sitio. Sé que ese semáforo tarda unos dos minutos en cambiar de color así que me armo de paciencia. No quiero arriesgarme a cruzar en rojo.

De repente apareces tú con tu marido. Te detienes junto a mí, a mi izquierda. A la tuya se coloca tu esposo. Debes de venir de regreso de ver las procesiones porque vas demasiado arreglada: un vestido verde liso ajustado de mangas cortas y que termina a mitad de tus muslos cubiertos por medias negras. El semáforo sigue en rojo y yo moviéndome para no enfriarme. Me doy cuenta de que me observas: recorres con tu mirada mi cuerpo de arriba abajo. No le doy mayor importancia y sigo esperando el cambio de color del disco del semáforo. Pero segundos más tarde noto que tu mirada continúa clavada en mí. Descubro que estás mirando el bulto de mi entrepierna, aprisionado y oculto bajo las mallas. Debido a los gestos de mis zancadas mientras corro, está todo escorado al lado izquierdo, justo el que está casi pegado a ti. La mancha de sudor de mis ingles se ha extendido y recubre la zona de la prenda donde está atrapada mi polla. Te das cuenta de que te he sorprendido mirando mi miembro pero te da completamente igual. Tranquila y descarada a la vez vuelves a clavar tus ojos en mi pene porque tu marido está completamente ajeno a todo, inmerso en su móvil de última generación, seguro que escribiendo tonterías en Facebook.

Intento controlarme pero el hecho de sentirme observado hace que mi miembro no aguante más y comience a endurecerse. Percibo cómo crece centímetro a centímetro abriéndose paso bajo la apretura de las mallas. Notas que mi verga se ha empalmado y esbozas una sonrisa de placer y deseo en tus labios rojos carmín. Tu esposo sigue tecleando como un imbécil mientras tú te deleitas con la polla de un desconocido. Es lo que tiene el vicio de la tecnología.

Sé que deben faltar pocos segundos para que el semáforo cambie de color pero temo que antes de que eso se produzca llegues a ver algo más de lo que contemplas ahora: con el sol dándome de frente, las mallas húmedas por el sudor y la polla tiesa pegada literalmente a la prenda, es capaz de transparentarse todo y de que pases de ver la silueta a observar mi pene transparentado, la redondez de su punta, el grosor de las venas marcadas. Tus pezones parecen que van a traspasar y a agujerear tu vestido de lo duros que se te han puesto. ¿Cómo estarán tus braguitas o tu tanga? Imagino que tu prenda íntima ya ha sido manchada por gotitas de flujo procedentes de tu coño. Veo entonces cómo abres los ojos de asombro y en tu rostro se dibuja una grata expresión de sorpresa. ¿Se habrán confirmado mis temores? ¿Habrás podido ver más de lo que tú misma imaginabas?

Por fin el semáforo se pone en verde y me lanzo a la carrera no sin antes girar mi cabeza y comprobar cómo aprovechas ahora para fijarte en mi culo. Mientras recorro el camino de regreso y llego a casa, tu marido y tú os detenéis a desayunar en un bar. Tras pedir el desayuno, te disculpas con tu esposo y le dices que vas a ir un momento al servicio en lo que tardan en servir. Presurosa caminas hasta el servicio y cierras la puerta. Sientes tu sexo empapado y no aguantas más. Te subes el vestido hasta la cintura y observas cómo tu tanga rosa y estrenado ese mismo día está totalmente manchado. Desesperada te lo bajas, llevas la palma de tu mano a tu coño en introduces varios dedos dentro hasta el fondo y allí mismo, en ese servicio de bar sucio y maloliente, te masturbas hasta correrte de gusto pensando en la verga que acabas de ver. Tras el orgasmo, totalmente complacida, ni siquiera te acuerdas de ponerte el tanga que dejas en el suelo del servicio, abandonado y apestando a tu coño caliente.

Follar

¿No sientes a veces que todo es inútil? ¿Que todos tus esfuerzos por encontrarle sentido a algo están vacíos? ¿Que eres totalmente gilipollas? Y en esos momentos, cuando todo es estúpido y vano ¿ no te apetece follar a saco? ¿Follar y follar sin piedad, contra todos, a toda máquina, dejándote la vida en ello? Follar cerdo. Redundante. Profuso. Inmenso, incesante, denso, jodido, feroz. Perverso.

En esos momentos , me follaría a cualquiera. De todas las maneras. Todo el tiempo. Como si siguiera un único camino directa al caos. Apurando mi vaso de veneno. Empezando a cocinarme en el ahora. En mi fuego. Con mi propia sangre. Con mis células descontroladas por el ansia, la fiebre y el deseo. Con mi cuerpo inflamado, la boca seca y la polla empalmada de furia, frenético, hirviendo de ganas. Sin querer pensar en nada que no sea en penetrar con ella, profundo, hasta el alma, sentir una boca abarcando por entero mi sexo, un cuerpo sudoroso arrastrándose sobre mi cuerpo... Sin dar una mínima oportunidad. Para qué. Todo es inútil y esto es lo que queda. Mi cuerpo. Y no hace falta nada más. Sexo.

Mi cabeza se afloja a ese frenesí y no me hago caso. Me doy la espalda. Cierro filas a todo lo demás. Abro mi boca. Me lo bebo. Dispuesto. Emputecido. Salvaje.

Y entregado a mi animalidad me desordeno, me agito, me revuelco. Follo, mamo, babeo, hurgo, lamo, huelo, rasgo, levito… me encuentro ante mi concupiscencia como un dios follador. Qué coño como un dios, no, como un demonio. Como una vampiro goloso de cuerpos dispuestos a su perverso destino: dejarse el alma a base de sexo y ganas. Follar y follar y follar por toda la eternidad. Y me dejo caer en ese precipicio hacia mi jardín de las delicias. Buscando un abismo desde mis celestiales placeres, arrojándome al auténtico vacío, convencido de que la incompetencia de todos mis trances al menos habrá servido para que el puto infierno me pille en movimiento.

¿Y que pasa?... Creo que encontré la respuesta

¿Y que pasa? Creo que encontré la respuesta.

Pasa que debes ser fuerte. No puedes dejarte derrumbar por toda la tristeza que te provoca el hecho de que no sienta lo mismo que tu. Nadie elige en quien fijarse, simplemente sucede. Así como me pasó contigo.

Luché contra este sentimiento mucho tiempo y allí estaba mi error, no debía luchar, debía aceptarlo, debía vivirlo conmigo, debía dejarlo fluir. Pero eso sí, no tenía porque abrumarme. Tenía fe de que podía lograrlo, dios no me dejaría sola con esto. Sí, dolía; y mucho pero tenía que superarlo, y para ello debía aceptar mi realidad. Te quería, pero tú a mí no.

Y fueron pasando los días, uno a uno. No voy a negar que algunos me “pegaban” más que otros, pero debía ser fuerte… Y finalmente paso…

Me di cuenta de que Ya no me gustas. Ya no me interesas como mujer. Es extraño, pensé que nunca pasaría. Pero el hecho de que no me intereses como mujer no quiere decir que no te quiera como amiga; y la verdad es que estoy segura de que eso tampoco pasará.

No sé como acercarme a ti. Te has vuelto impenetrable para mí, en serio. Siento que para hablar contigo debo tener cita previa o tocar con suerte y que decidas responderme. Es extraño.

Te quiero en mi vida, no con la misma intensidad de antes pero aun te quiero en ella. Es raro…

Todo cambio y para bien… Tengo la certeza de que ahora en adelante todo será diferente.

Sé que mi felicidad no debe recaer en nadie más que no sea yo, internalizar eso me ha ayudo a superar toda esta situación. Me has enseñado muchas cosas.

Hola… ante todo, muchísimas gracias de verdad por tomarse el tiempo de leer mi relato y sobre todo por comentarlo.

Domingos calientes

Odias los domingos. Parecen días en los que forzosamente hay que hacer algo para que dé la sensación de que pasa alguna cosa, de que has hecho algo que ha merecido la pena. Pase o no pase algo, desde luego, aparentan no moverse. Por eso los odias.

Estabas haciendo la comida mientras escuchabas "Sensual woman"...Y te has sonreído... Porque te has acordado de aquella tarde, apoyados en el capo del coche, en la que te hablaba de una canción, no te acuerdas de cual, y el modo en que te pedi como si nada que te levantaras la falda muy despacio para, a continuación, seguir hablando de música, fingiendo que no te había dicho nada, fingiendo que no me habías oído, y luego tu, como si nada, bajaras tus braguitas. Y la manera en que te comí el coño con tu espalda pegada al coche. Y, por dios, como temblaba tu culo contra la chapa caliente de aquel coche. Bufff!!!! Recuerdos...Has cerrado los ojos y has pensado: VEN!!!

Te ha gustado tanto acordarte de eso que lo has dejado todo, te has ido a tu cuarto a cambiarte y te has quitado las bragas para hacer más vívida aquella sensación. Has podido sentir tu piel abriéndose poco a poco, dejándote deslizar en esa lánguida cadencia de la música, dejándote caer en toda la magia de tu instinto...

Has seguido con la comida, mientras seguías pensando y aparecían imágenes en tu cabeza, notando sensaciones en tu coño mientras picabas las verduras hasta que he llegado. Venía sudando como un pollo. Me has sonreído maliciosa. Te has puesto cachondísima, no sé si espabilada por el olor tácito de mis feromonas o porque tus hormonas ya se habían estado preparando. Me has vuelto a sonreír invitándome a que me acercara. - Estoy sudando y huelo a cerdo.- Has soltado una carcajada con toda la perversidad que has podido - Pues claro...es-que-eres-un-cerdooo. Te he besado el cuello, te he mordido ligeramente el labio, he bajado mi mano hasta tu culo.

- Guarrrrrra...no...llevas...brrrragassss mmmmmm...y...estás mojada mmmmm.

Nos hemos estado comiendo un rato la boca. Estas segura que hay una conexión entre el borde de tus labios y las secreciones de tu coño, cuántos más besos, cuánto más te paso la lengua por los labios y los muerdo dulcemente y te respiro en la boca más puta te pones. A veces te dan ganas de pedirme que te folle a saco después de besarte. Pero que te folle a morir, con toda la fuerza de mi alma y de mi polla. Sentirte poseída por mi potencia y por mi lujuria. Sentirte mia, totalmente mia..

He apoyado mis manos en tus hombros obligándote a bajar hasta mi polla. Mi rabo ha impactado en tu mejilla al sacármela del pantalón y una punzada de placer ha atravesado tu estómago.

Mientras me la comías he ido quitándote la ropa. Te he sacado la chaqueta apresurado y te has quedado con una camisetita de tirantes y las tetas por fuera, he tirado un poco de tu pantalón de pijama sin que dejases de chupármela ni un momento y te lo he quitado sin ninguna dificultad. Te he restregado la polla por la cara y su olor te ha inundado. Has sacado la lengua para lamerme el capullo. Sabes que me encanta mirarte mientras me la comes, y a tí te encanta meterte en esa mirada, salvaje, de macho, espontánea, feroz...te pone muy cerda sentir mi lujuria tan dentro, te remueve, te hace temblar. Te has metido toda la polla dentro, hasta los testículos, hasta donde no podías más. Su rotundidad afectaba a tu garganta y un chorrilllo de saliva se ha dejado caer entre el breve espacio que quedaba entre tus labios. Mientras te follaba la garganta te decía:

- Joooddder que puta eres mi niña, no te imaginas lo que puedo llegar a sentir cuando te pones así de loca.- Y es que te has puesto muy muy cerda. Con mi polla clavada en tu garganta, emitiendo ruidos guturales, moviendo tu lengua con mi rabo dentro, costándote respirar, animalizándote. Tu excitación iba in crescendo pero la mia también. Los dos en plan caníbal. Los dos muy putos.

Entonces te he hecho levantar, te he sacado también la camiseta, dejándote totalmente desnuda y te he tumbado en la mesa de la cocina. He sacado un hielo y lo he metido en un vaso con agua para que se deshiciera un poco, mientras tanto te he mantenido tumbada con las piernas abiertas, mirándome, respirando fuerte. Se que eso te emputece totalmente. Tumbada sobre la mesa con tus piernas en arco y respirando, respirando en lo que podías mientras te miraba, haciendote sentir el tiempo en tu lascivia, atento, sentado entre tus piernas, con mi cara de perro en celo, aguantándome esas putas ganas de clavarte la polla bien adentro.

Me he ido a por el hielo, lo he posado en el empeine de tu pie y lo he ido subiendo lentamente por tus piernas, lo he pasado por las corvas deslizándolo hasta el muslo, luego lo he llevado por tu cadera hasta el vientre y lo he hecho bajar por la otra pierna, el hielo se iba derritiendo en tu piel, mojándote en todos los sentidos, lo he ido frotando por tu costado ascendiendo por la cintura hasta tus pechos, he trazado círculos con él alrededor de tus pezones, lo he subido por tu pecho hasta el cuello y te lo he pasado por los labios. He metido mis dedos en tu boca y luego he metido el hielo prácticamente derretido en tu coño. Aunque apenas era una bolita pequeñita de hielo ardía de frío dentro de tu agujero encendido.

- Pica eh? Voy a terminar de derretir el hielo con el calor de mi rabo-

Acto seguido te he metido mi polla de una vez. Te he follado como loco, derritiendo el hielo, derritiéndote a tí, haciéndote sentir con mi pasión el poder de mi carne, follándote a saco, con todas mis putas ganas, sacándotelo todo, todo y todo.

Podías sentir como el orgasmo hacía temblar tus piernas cuando te has cortado un dedo con el cuchillo. Puta música, putos domingos, si es que nunca pasa nada, solo sé que has cerrado los ojos y has pensado: VEN!!!

Hotel

Después de un tira y afloja, nos hemos puesto de acuerdo y has decidido que si querías hacerlo, así que te has vestido, te has puesto tus pinturas de guerra y has decidido ir a matar. Sin preocuparte, del como me has conocido y del poco tiempo que llevamos hablando por la red. Tu cuerpo te pide emociones y crees que yo, podre sacarte de esa rutina y aburrimiento de vida marital que llevas con tu marido.

Has llegado a la hora convenida al hotel, hecha un manojo de nervios, y has subido a la habitación que te había indicado. Has tomado aire y has pasado dentro, aun cuando la oscuridad que vestía la habitación, hacia que el miedo, el respeto, por esta nueva situación, haya hecho que te lo hayas pensado un par de veces.

Y no he dejado a tu cabecita pensar mas. Sin saludos, sin besos, sin medias tintas, sabias a lo que venias. Te he desnudado, casi arrancando cada prenda de tu ropa de tu piel, te he tumbado, sobre la cama y te he abierto entera.

Tu coño gritaba hambre de mi polla. Pero quería que vieses como me pajeaba bien a gusto. Te gusta mirarme, si, como has hecho cada vez que me presentaba en tu pantalla a través de mi webcam, verdad, así de salido, de cerdo, de animal, de deseoso, de vulnerable. Mi verga brillaba palpitante al son de tus caderas. Esa tensión de mi piel, ese brillo de mis ojos. No has podido resistirte. Tus dedos penetraban tu agujero al ritmo que mi polla marcaba para hacerme saber cuánta impudicia te cabe dentro. Hebras de placer emergían de tu coño. No sé por qué tu lascivia se confunde con mis ojos y me quieres ahí parado, detenido, solo mirándote, solo mirándonos. Brutos. Vertebrados de sexo y nada más. Así. Esencia.



(No puedes llegar a imaginar cuánto placer me produce esa visión, es como ver algo certero. Es como mirar una verdad, oculta para ti hasta hace poco, sin miedos, de frente).

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