La casa de los mil polvos

Aquel fin de semana en el que mi padre no estaba, aprovechamos mi madre y yo para visitar a una familia amiga de mis padres, a la que mi padre últimamente no quiere ni ver ni que les veamos por motivos hasta entonces desconocidos.

Para mi sorpresa nos llevan, después de invitarnos a comer, a una hermosa playa desierta donde nos desnudan y violan repetidamente a mi madre, a la que previamente han drogado.

Estos hechos los he narrado en el relato anterior y ahora volvemos de la playa en el todoterreno que conduce Antón, el cabeza de familia, y, en el asiento del copiloto, Lola, su mujer.

Detrás vamos Junior y Toni, los hijos, yo y, por supuesto, mi madre, la auténtica protagonista de esta historia, que yace, completamente desnuda, tumbada bocarriba sobre una toalla en el suelo.

Los asientos de atrás están colocados en grupos de dos a los lados del todoterreno, de forma que los de un lado están frente a los del otro, y en medio un espacio donde está mi madre, durmiendo plácida y profundamente por las drogas que la han suministrado.

Mi madre es una hermosa mujer de unos treinta y siete años, de poco más de un metro sesenta y cinco, con unas hermosas tetas grandes y erguidas, un culo firme y respingón, y un par de piernas largas y esbeltas. Entre sus piernas exhibe una fina franja de vello púbico que apenas la cubre la vulva y que permite ver perfectamente unos hermosos labios vaginales entreabiertos con tanta follada a la que han sometido.

Frente a mí están sentados los dos hermanos que, mientras me vigilan, no dejan de observar la desnudez de mi madre.

Sonriendo no paran de dirigirme comentarios obscenos sobre mi madre, sobre lo que la han hecho y sobre lo que la iban a hacer:

    ¡Vaya melonazos que tiene tu puta madre, mira que están sabrosos!
    Si fuera mi madre, yo todavía no hubiera nacido, por estar dentro de su coño, follándomela.
    Si fuera mi madre, tu padre dormía en la calle todas las noches.
    Ahora no podrás decir que no has visto follar a tu madre, porque ¡vaya si la has visto!
    Si te ha gustado como nos hemos follado a tu madre, ya verás lo que la espera. ¡Va a tener más agujeros que una regadera!
    No solamente nos la hemos follado todos, sino que la hemos dado por culo y nos la hemos follado por la boca.
    Si, se puede decir que nos la hemos follado por todos sus agujeros. Aunque todavía nos falta los agujeros de las orejas, de la nariz y por los ojos.

El coche ya no bota, ha salido del camino de arena y ahora vamos por una buena carretera sin recta ni baches.

El mayor se saca la polla.

La tiene tiesa y dura, de un tamaño muy superior al mío y muy congestionada.

Se quita el bañador, se levanta y me dice, sin dejar de sonreírme.

    Mira, chaval, te voy a hacer una demostración de cómo me follo a tu madre, por si no lo has visto bien. Toma nota.

Se pone a los pies de mi madre, la sujeta por los muslos y la abre de piernas, colocándose entre ellas, exclamando:

    ¡Hummmm, vaya coño más jugoso!

Coloca su verga en la entrada a la vagina de mi madre, y, apoyándose en sus brazos, se la va metiendo poco a poco, exclamando:

    ¡Qué rica, que rica!

Se la mete hasta el fondo, y la vuelve a sacar no del todo, para volver a metérsela lentamente, disfrutando, una y otra vez.

Oigo gemir a mi madre, que, entre sueños, disfruta, mojándose los labios con su lengua sonrosada.

El hermano pequeño me dice:

    ¡Ves como la gusta, como la gusta que se la follen!

 No puedo aguantar más, y, contra mi voluntad, grandes lagrimones se deslizan por mis mejillas.

Al verme llorar, Toni comienza a reírse, a mofarse de mí.

    ¿Qué te pasa, llorica? ¿No te gusta que nos follemos a tu madre? ¿Qué creías que era? ¿la Virgen María?

Está embalado, triunfante, de haber podido quebrar mi espíritu.

    A saber cuántos se la han pasado por la piedra.
    ¿No sabes si ha tenido algún novio antes de casarse? Ese seguro que no ha parado de follársela. Virgen al matrimonio no ha llegado, no.
    ¿No has visto a algún vecino o a algún amigo de tus padres que estuviera mucho por casa? Aprovecharía que tu padre no se daba por enterado o no estaba, para metérsela hasta el fondo.
    ¿Qué me dices del fontanero? Seguro que la desatascaba las tuberías y se las dejaba bien limpias y relucientes.
    ¿Y del chico que la subía todas las semanas la compra a casa? Juraría que era porqué tu madre bien que le subía el nabo, y él esperaba algo más que unas monedillas de propina.
    ¿Cuántos revolcones la habrá echado y cuantas veces el chico lo habrá contado en el supermercado y en el bar a sus amigotes? Lo contaría con todo lujo de detalles y luego habría peleas para ver quien llevaba la compra a la señora, para ver quien se la follaba esta vez.
    ¿No tenías un profesor que siempre te suspendía y que te tenía manía? ¿No fue un día tu madre a hablar con él, y a partir de entonces comenzaste a aprobar? ¿No creerás que fue porque estudiaste más? ¿No sería por qué tu madre se bajó las bragas y la dieron un buen repaso?
    Y ¿en la calle? ¿nunca la has seguido y has visto cómo se metía sola en cines oscuros? ¿cómo volvía de la calle despeinada y turbada? Seguro que volvía sin bragas, con su conejito bien caliente, y esperma de hombre deslizándose por el interior de sus muslos.
    ¿No las visto nunca las rodillas magulladas? Sería de ponerse rodillas para comerle la polla a alguien.
    ¿Y algún chupetón en el cuello o un mordisco en el escote? Me imagino lo que escondería bajo su ropa, marcas de algún amante frenético que después de follársela hasta la extenuación, solamente faltaba que la devorara.
    Seguro que tu madre, con ese cuerpo que tiene, ha trabajado de puta, haciendo la calle y comiendo pollas en callejones inmundos a borrachos meones que la estrujaban y babeaban las tetas.
    ¿De dónde crees que sacaba dinero para comprarte ese regalito que tanta ilusión te hacía? Pues de abrirse de piernas y simular un orgasmo tras otro.

Mientras el hermano pequeño me aturde, el mayor continúa follándose lentamente a mi madre, concentrado, sin decir nada, como si la voz de su hermano fuera simplemente música de fondo.

El pequeño continúa:

    ¿No sabes que paso aquella vez que fuimos a vuestra casa?  ¿Porque tu padre no ha querido volver a vernos y os ha prohibido que nos vierais? No me digas que nunca te lo has preguntado, si se llevaban tan bien tus padres con los míos, ¿no? ¿nunca te lo has preguntado?
    Pues bien, te lo contaré. Tu padre pilló a los míos follándose a tu madre en su inmaculada cama de matrimonio. Y cuando intentó evitarlo, mi padre le dio por culo, le sodomizó  a él también, ayudado por mi madre.

Me quedé perplejo escuchando, imaginándome la escena, pero el narrador continuaba.

    No recuerdas que el año pasado tu padre tuvo que operarse de hemorroides. ¿Qué estuvo sentándose en casa durante semanas sobre almohadones y qué cuando iba al servicio lo oíais gritar de dolor a través de la puerta?

Sí que lo recordaba, horrorizado, pero pensaba que era por el trabajo, por la comida, pero nunca porque le hubieran dado por culo.

    Pues bien, la puta de tu madre, mientras sodomizaban a tu padre, se quedó contemplando la escena sin hacer nada por evitarlo, pero bien que tuvo luego su premio porque luego la tocó a ella.
    Toda la familia pasó en procesión de su chocho a su culo y de su culo a su chocho, como si fuera la kaaba durante el ramadán y nosotros, los peregrinos, diéramos una vuelta tras otra alrededor suyo.

Yo ya estallé, chillando, entre sollozos.

    Estaría drogada, como ahora, que os la habéis follado después de drogarla. ¡Cobardes!

Grandes carcajadas inundaron el coche. También los padres ahora reían, a carcajadas.

El pequeño continuó.

    No creas que está tan drogada, no más de lo que lo estás tú, que habéis tomado lo mismo, y ¿cómo te encuentras?, bien, ¿no?  Pero es que a ella le va la marcha, y a nosotros nos da darla marcha.
    ¡Es una auténtica zorra calentorra! Ya verás como no es necesario drogarla para calentarla, más bien hay que drogarla para enfriarla, antes de que reviente a polvazos.

Ya estábamos llegando al destino, el coche aminoró la marcha y el hijo se calló al fin, dándome descanso, un inquieto descanso a la espera de lo que podía venir ahora.

Miré por la ventanilla, y vi la entrada a un chalet enorme, con un jardín lleno de árboles, y varios perros gigantes que ladraban dando la bienvenida a sus dueños.

El coche entró al garaje que estaba debajo de la casa, y, una vez aparcado, el hijo mayor dejó de penetrar a mi madre cuando su padre abrió la puerta trasera del coche.

Este la cogió en brazos y se la llevó escaleras arriba dentro de la casa, con los demás siguiéndole.

Pasamos por varias habitaciones hasta que el padre entró con mi madre en una, y a mí el hermano mayor me impidió entrar, bloqueando la puerta.

Pero desde el marco de la puerta, pude ver como colocaba a mi madre sobre un colchón colocado en el suelo, y se daba inmediatamente la vuelta, caminando hacia donde entró.

La estancia era bastante grande, pero desprovista de adornos, solamente estaba la cama y poco más.

Apagó la luz de la habitación y cerró la puerta tras él, dejando a mi madre sola.

Me llevaron a la cocina para que tomara algo, y el padre se quedó vigilándome, mientras los demás desaparecían.

El padre me amenazó muy serio:

    Mira, chaval, escucha. No queremos hacerte daño ni a ti ni a tu madre, pero si nos ocasionas problemas vamos a ser muy duros contigo y con ella.

Hizo una breve parada para que asimilara lo que me estaba contando.

    Vamos a rodar escenas para una película porno en la que tu madre va a ser la protagonista, pero queremos que sea totalmente natural, por lo que ella no debe saber nada.

Otra breve parada y continúo, haciendo breves paradas entre frase y frase.

    Una vez hayamos acabado os devolveremos a vuestra casa y tu madre no recordará nada de lo que ha sucedido, y si recordará algo pensaría que es una pesadilla o un sueño erótico que ha tenido.
    Si no hay problemas, que no debe de haberlos, estaréis de vuelta a vuestra casa mañana mismo antes de que vuelva vuestro padre.
    Por supuesto, él no debe saber nada de lo que ha ocurrido, porque si lo supiera y quisiera tomar algún tipo de medidas contra nosotros, iba a tener muy serios problemas.
    ¿Me has entendido?

Ahora me tocaba a mí responder y, muy asustado, en voz baja, le dije un escueto “Sí”, que tuve que repetirle un par de veces para que me oyera.

Aparecieron por la puerta los dos hermanos, en pelota picada, enseñando sus enormes atributos.

Al verlos el padre se fue rápidamente con ellos, y, señalándome con el dedo, todavía pudo indicarme:

    Quédate aquí hasta que venga mi mujer.

 Marchándose, le oí gritar:

    ¡Lola, Lola! ¡Sal ya que te dejo al chaval en la cocina!

Pero ¿a dónde iban así? A continuar follándose a mi madre, estaba claro, y con las cámaras, como testigos para inmortalizar el momento, grabando.

No me atrevía a seguirles por miedo, como era mi deseo, pero enseguida apareció corriendo la madre, todavía mojada de la ducha, con un sostén de donde se le salían las domingas, y un pequeño tanga semitransparente que solamente le cubría la sonrisa vertical, ambas prendas de color negro.

    ¡Joder, con las prisas, que no puede una ni lavarse ni vestirse en paz, coño!

Fue lo primero que exclamó, muy enfadada.

Mis ojos se clavaron en sus tetazas, pero la oí decirme.

    ¿Ya has acabado de comer? Pues venga, vete conmigo que te enseño donde vas a dormir.

Mis ojos pasaron de sus tetas a su culo cuando se dio la vuelta, y lo seguí como hipnotizado cuando comenzó a caminar.

Cruce varias habitaciones pero solo tenía ojos para ese enorme culo que se bamboleaba en cada paso que daba.

Llegamos a una que debía ser mi dormitorio, ya que había una enorme cama pegada a la pared. ¿Rodarían también aquí películas porno? Seguro que sí.

La cama no tenía sabanas, así que Lola acercó una silla a un armario que había empotrado en la pared  y, abriéndolo, se subió a la silla dándome la espalda y comenzó a buscar ropa de cama en el estante superior.

Mis ojos casi se salen de las órbitas  al ver ese culo prieto tan próximo y acerqué todavía más mi cara y mis manos, pero antes de que pudiera magreárselo y comérselo, se bajó y me dio con sus glúteos en mi boca y nariz, empujándome violentamente hacia atrás.

¡Qué duros estaban! ¡qué daño me habían hecho! ¡casi me rompen la nariz y los dientes!

Tambaleándome, con los ojos cerrados, la oí decirme, mientras me sujetaba:

    ¡Qué cacho mordisco me has dado, cabrón! ¡en la mitad del cachete! Pero ¿qué coño estabas haciendo?

Podía haber contestado “¡Preparándome para meter mano a tu enorme culo de puta gorda!” pero el dolor me lo impidió.

Mis manos se posaron quizá en su cintura, porque, al abrir sus ojos, se giró hacia la cama dejándome medio conmocionado con una sábana sobre mis brazos.

Llevaba en los brazos otra sábana a medio desdoblar y, agachándose la puso sobre la cama, comenzando a remeterla en el colchón.

Otra vez mis ojos fueron a su culo prieto y moreno, casi negro, sin una sola marca de bañador, lo que indicaba que tomaba el sol desnuda.

Como no llegaba a remeter la sábana por la otra parte del colchón, se puso a cuatro patas sobre la cama, gateando encima.

Su tanga desparecía entre los dos cachetes, y la vulva se transparentaba permitiendo ver nítidamente los labios púbicos.

¡No me lo podía creer! ¡Ese enorme culo negro se me ofrecía como una sabrosa tarta de chocolate ¡Y yo con un hambre enorme! ¡Mi cipote había crecido, con vida propia, pugnaba por romper mi bañador o salir por arriba en busca de una presa, como si fuera un depredador legendario, Penetrator Rex!

Estiré mis brazos y, agarrando los bordes superiores del tanga, tire de ellos y se lo baje lo máximo que pude, hasta medio muslo.

La oí quejarse.

    Pero ¿qué haces, coño?

Mi mano derecha se disparó a su vulva, ya sin adornos, y la dio una buena pasada, de arriba a abajo y de abajo a arriba.

Estaba húmeda y blandita, jugosa como una dulce breva madura.

Dio un respingo, jadeando e intentó recular para ponerse en pies, pero mi mano sobre su trasero y mis dedos dentro de su vagina, se lo impidieron.

Aproveché un momento que dudaba para soltarla el sostén y sacarme la verga.

Se revolvió y empujó hacia atrás, casi logrando levantarse, pero me tumbe bocarriba sobre ella, empujándola hacia abajo que cayó bocabajo sobre la cama conmigo encima y mi cipote duro sobre su culo.

Se quedó quieta un momento y me preguntó:

    ¿Qué quieres? ¿huir? No lo conseguirás y puede que hasta te maten, a ti y a tu madre.

Con mi boca pegada a su oreja la dije lentamente en voz baja.

    No, no es eso. Tú ya sabes lo que quiero: Follarte.

Se agitó intentando escapar. Era como si estuviera encima de una yegua salvaje de la que no quería desmontar.

Mi verga tiesa se restregaba y apretaba una y otra vez sobre sus duras nalgas.

Volvió a quedarse quieta, jadeando por el esfuerzo.

Me moví un poco hacia los pies de Lola con el fin de metérsela allí mismo, por el chocho o por el culo, lo mismo me daba.

Apreté con mi polla buscando a ciegas un agujero donde metérsela, pero no lo encontraba, solamente carne prieta.

Moví mi mano para encontrar un hueco en su culo para poder follármelo, cuando Lola, en un movimiento brusco, logró desplazarme.

Luché desesperado con ella para que no escapara, agarrándola tetas, culo, lo que fuera, retorciéndonos en nuestra lucha encima de la cama, chillando, jadeando por el esfuerzo, pero era muy fuerte.

Estaba ya levantada, cuando agarrándola logré derribarla encima de mí de forma que su vulva quedó encima de mi boca, por lo que aproveché para, sujetándola por las nalgas, empezar a lamerla rápidamente el chocho.

Estaba húmero y jugoso, con un sabor como de naranja, posiblemente debido al gel que había utilizado para ducharse.

La oí gemir entre el placer y la sorpresa, e intentó levantarse, pero la sujeté fuertemente por las nalgas.

Sorprendentemente, comenzó ella también a sobar y lamer mi cipote erecto.

Se convirtió en un 69, yo debajo y ella encima. Lamimos y lamimos durante un buen rato, hasta que de pronto ella al notar que mi abrazo se había aflojado, se levantó.

Pensaba yo que ella ya había escapado, pero lejos de hacerlo, se montó a horcajadas sobre mí,  mirándome a la cara, y, utilizando su mano derecha, se metió mi cipote dentro de su vagina, comenzando a cabalgar sobre ella.

Sus manos fueron a mi pecho y las mías a sus nalgas prietas y a su cadera.

Sus enormes tetas se bamboleaban delante de mi cara por los movimientos que hacía, y mis manos fueron a sus melones, acariciándolos, sobándolos, magreándolos.

Gemía y jadeaba en cada subida y bajada, cada vez que se movía mi verga dentro de su coño, hasta que, de pronto, noté que me iba, y me fui.

Uno de los orgasmos más fuertes que recuerdo.

Ella se paró, y con mi pene dentro, comenzó a masturbarse con su mano derecha, masajeando frenéticamente su clítoris, hasta que chillando, también tuvo su éxtasis.

Dos o tres segundos fueron suficientes para que se recuperara, y se levantó, cogió su ropa y se marchó diciéndome.

    Ahora la cama la haces tú.

Cerró la puerta a sus espaldas y allí me quedé yo, solo pero con un buen polvo.

La noche debió de transcurrir para mí sin novedades, hasta que la luz del día y las voces que escuché a través de la puerta ahora abierta me despertaron

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