Avería arreglada

Al levantarse por la mañana, su padre me dijo que hoy vendría el fontanero a reparar el fregadero y que el dinero me lo dejaba en la sala ya que ellos se ausentarían hasta la noche. Se marcharon y yo aproveché para meterme en la ducha. Mientras me duchaba, me llegaron recuerdos de mi discusión con mi novio y que ya habían transcurrido dos meses de ello. Salí de bañarme y me fui a mi habitación para vestirme. Abrí el armario y escogí un vestido de flores de tirantes, ajustado al pecho, holgado de la cadera a los muslos y por encima de las rodillas, lo coloqué sobre la cama y continué con la ropa interior. Escogí un conjunto blanco de encaje y a continuación comencé vestirme. Primero las braguitas, me miré al espejo y me gustó como me quedaban y me coloqué el vestido, sin sujetador, y unas sandalias. De repente, sonó el timbre de la puerta.

Al abrir me encontré con hombre grande y grueso que, a simple vista se podía observar que era bastante peludo. Le calculé unos 40 años y en mi mente lo comparé con un osos. Se trataba del fontanero. Lo invité a pasar y lo guié hasta la cocina sintiendo que me desnudaba con la mirada mientras caminaba detrás de mi. Eso me puso un poco nerviosa. Le indiqué el fregadero y el procedió a examinarlo para ver de que avería se trataba. No habían transcurrido cinco minutos cuando me llamó. Me acerqué y vi que él estaba metido de cabeza en el fregadero y solamente se le veía de la cadera a los pies. Me pidió que le pasara un llave inglesa ya que no quería soltar un tubo. La busqué y me arrodillé para entregársela, sin darme cuenta que él, desde la posición que tenía, podía verme perfectamente toda la entrepierna. Al entregársela me dijo con toda la cara:

- No te levantes porque quiero seguir recreándome la vista.

Fue en ese momento que me di cuenta que le había estado mostrando mi coño, aunque cubierto por la fina braga. Me levanté furiosa y fui hasta la ventana. Al rato de estar allí sentí unas manos que me agarran de la cintura y un bulto entre mis nalgas. Naturalmente, era él.

- Tienes dos opciones - me dijo sujetándome fuertemente - Una es que colaboras, haces todo lo que te diga y todo irá bien o la segunda, vas a hacer todo lo que te diga a base de palizas.

En ese momento solo me vinieron a la mente imágenes de películas donde violan a una chica y está en la policía toda amoratada. Temblando de miedo, me decidí por la primera opción. Después de haber que tenido que decidir por la primera opción, la cual era la de colaborar, el plomero me susurró al oído:

- Para que veas que no soy tan tosco, te voy a dar la oportunidad de lavarme la polla, antes de que me la mames.

En el acto pensé en el motivo de la discusión con mi novio, precisamente había sido mi negativa de tener sexo oral con él y ahora se lo iba a tener que hacer a un extraño gordo y asqueroso, que parecía un oso. Me tomó del brazo y nos dirigimos al baño. Una vez frente al lavabo me pidió que iniciara mi labor. El pantalón que llevaba era de botones, así que comencé a desabrochárselos. Al terminar introduje mi mano dentro de la bragueta para sacársela pero, para mi sorpresa, no llevaba ropa interior y me topé con un trozo de carne semi erecto que al sacarlo totalmente del pantalón pude comprobar que, en comparación con el de mi novio, este era inmenso, grande y grueso. Para colmo aún no estaba totalmente erecto.

Comencé a lavarlo. Lo hice con mucha dedicación ya que sabía que, muy a pesar mío, iba a tener que hacer uso después de él. Al concluir mi tarea, me volvió a coger por la cintura y me llevó al salón. Se sentó en el sofá, me pidió que le quitara las botas y le sacara sus pantalones, cosa que hice al pie de la letra. El se quitó la camisa y pude confirmar lo que ya había pensado. Parecía un oso de lo peludo y grandote que era. Tenía vello en los hombros, en la espalda y en el pecho ni hablar.

- Quiero una mamada que me haga estallar - me dijo.

- Nunca he tenido sexo oral y no sé como hacerlo - le contesté con la voz entrecortada por los nervios.

- No te preocupes, que no se necesita ir al colegio para aprender - me replicó.

Tomé su pene con mi mano, sentí un poco de asco cuando lo acerque a mi boca pero, cerrando los ojos, me lo introduje. Con mi lengua recorrí la punta, luego comencé a succionar y pronto oí sus gemidos de placer.

- ¡Aaaah... así...!. ¿Ves putita, ves como ya estás aprendiendo? - me dijo.

Colocó su mano por detrás de mis nalgas y comenzó a sobarme con un dedo mi vagina. Sentí una sensación de placer y, para no pensar en lo que realmente estaba sucediendo, intenté poner mi mente en blanco. No podía creer que este bicho tan feo me fuese a excitar, pero a medida que su dedo se introducía en mi vagina, yo succionaba con mayor fuerza su pene. No lo podía creer, estaba sintiendo placer. Entonces sentí los espasmos del plomero y pensé que él estaba por acabar. Yo también estaba a punto. Me sujetó la cabeza para que no la retirara y se corrió dentro de mi boca, teniendo que tragarme toda su leche por primera vez en mi vida ya que yo también tuve un gran orgasmo, producto del dedo y la tela de mi braguita que tenía dentro de mi vagina. Me pidió que le limpiara el resto del semen con mi lengua, cosa que hice, y acto seguido me dijo:

- Ahora te voy a premiar por esa mamada que me has dado... ¡Quítate el vestido!.

Hice lo que me dijo. Me quedé solo con mis braguitas y él me contempló detalladamente y dijo:

- ¡Coño, estás buenísima, tienes el mejor culo que me voy a tirar!.

Me acostó en el sofá y de un tirón me bajó las bragas, sentí como salía la tela de mi raja trasera. Posó sus manazas en mis senos y pude contemplar sus dedotes como pellizcaban mis pezones. Luego sentí su boca devorando uno de mis pechos y el roce de su barba de tres días en mi piel. Su lengua comenzó el descenso, con sus manos separó mis piernas y comenzó a mamarme la vagina. Su lengua recorría cada rincón de mi vagina hasta que, de repente, sentí su lengua también en mi culito aún virgen. Jamás me habían hecho lo que este hombre me estaba haciendo. Me introdujo el dedo en mi vagina, lo humedeció con mis jugos y luego lo sentí tratando de meterlo en mi culito, cosa que logro. Al principio sentí algo de molestia pero al rato mi cintura se movía al mismo ritmo. De pronto noté algo más grueso en mi ano. Era otro dedo. Tenía dos dedos dentro de mi culito y su lengua haciendo la labor en mi vagina.

Ya no aguanté más y le pedí, o casi le supliqué, que me lo metiera. El hombre me separó las piernas. Yo contemplaba el tamaño enorme del pene que pronto iba a estar dentro de mi. Lo acercó a la puerta de vagina y vi como poco a poco iba desapareciendo. No podía creer que todo ese trozo de carne estuviese dentro de mi vagina cuando comenzamos el baile sexual. Mi cintura se movía a un ritmo que nunca lo había hecho. Comencé a acelerar, sentía que se acercaba otro de los tantos orgasmos que ya había tenido ese día.

- ¡Aaaah....! - grité corriéndome.

Acabé mi corrida pero él no había terminado. Me la sacó, me colocó boca bajo, mi vientre sobre uno de los brazos del sofá, de forma que mi culito quedara levantado. Fue a la cocina y trajo el tarro de mantequilla que estaba sobre la mesa, engrasó un dedo y me lo introdujo. Para mi sorpresa entró sin dificultad y entonces le supliqué:

- Ya que me vas a follar por detrás hazlo poco a poco, ya que jamas lo he hecho por ahí y tu miembro es muy grueso.

Se engrasó su pene de mantequilla. Yo sentía excitación y nervios. Noté su punta en la puerta de mi culito, como si quisiera tocar la puerta antes de entrar, y supe que iba penetrando porque me estaba doliendo y se lo hice saber, pensando que lo iba a sacar, pero él hizo todo lo contrario, penetró hasta la mitad de un golpe. Lancé un grito tremendo. ¡Como me estaba doliendo!. Lo dejó sin moverlo un rato dentro de mi culito hasta que volvió a empujar y sentí sus testículos contra mis nalgas. Comenzó a sacarlo y meterlo, y comencé a sentir algo de placer por lo que me acoplé al ritmo y cuando sus dedos comenzaron a hurgar mi vagina, la cosa estaba mejor.

Sin esperarlo, tuve otro orgasmo y él, entonces sí, también se vino dentro de mi desflorado culo. Sentí el semen correr por mis muslos. Sacó su miembro, agarró su ropa, se vistió, tomó su caja de herramientas, me dio una tarjeta y me dijo:

- Llámame cuando necesites otra reparación, la de hoy va por mi cuenta.

Cuando se marchó, me quedé un rato acostada sobre el sofá haciendo un recuento mental de los acontecimientos. Un hombre feo, que amenazó con golpearme si no colaboraba con él, me hizo mamarle la polla, me cogió y me desvirgó el culo y para colmo, disfruté. En el fondo quien ha salido ganando ha sido mi novio pues, hechas las paces ya no protesto cuando quiere que se la mame e incluso le he regalado, con sumo gusto para los dos, mi abierto culo.

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