Llevábamos siete días, varados en esa
isla desierta y sin visas de ser rescatados. Durante una semana, no
habíamos visto ningún signo de civilización. Por mucho que oteábamos el
horizonte en busca de algún barco o la estela de un avión, jamás
conseguimos descubrir nada. Buscando ser practico, marqué unas normas
que todos debíamos cumplir así como una división de las tareas diarias.
Tanto María, mi prima, como Rocío, su amiga, aceptaron mi liderazgo
desde el primer día y el haberse convertido en mis amantes no hizo más
que afianzarme en el mando.
Aunque parezca imposible, esas dos niñas
pijas se habían olvidado de su vida anterior y se habían hecho a la
idea de que pudiera darse el caso que jamás nos rescataran. Una muestra
clara de lo que os digo, ocurrió esa mañana:
Estaba profundamente dormido cuando un
ruido me hizo despertar. Al abrir los ojos, las vi entrar en la choza
agarradas de la mano. Desnudas, nada me perturbaba para admirar la
perfección de sus cuerpos. Rocío era mas alta, morena con unos pechos
pequeños que pedían a gritos ser besados, un estómago firme de mujer que
hacía poco había dejado atrás la adolescencia. Maria en cambio, era un
maravilloso ejemplar de rubia, con su pelo casi albino y ondulado por
los rizos, tenía la piel morena que hacia resaltar sus ojos azules. Si
su cara ya era hermosa, su cuerpo era perfecto, con la belleza juvenil
de sus veintitrés años, sus senos eran la delicia de cualquier hombre,
no solo por su gran tamaño sino que se mantenían inhiestos pidiendo ser
tocados.
-Venid aquí-, ordené golpeando con mi mano la rudimentaria cama.
Al obedecerme, movieron sus caderas
intentando con ello provocar mi libido como solo saben hacerlo las
mujeres que se sabían atractivas y bellas. Al llegar hasta el catre, se
arrodillaron y gateando, dejaron que mis ojos contemplaran la
rotundidad de sus curvas. Rocío y María eran dos panteras y yo su
voluntaria presa. Sin mediar palabra, María me bajó el short que llevaba
mientras con sus labios buscaba mis besos, Rocío en cambio se entretuvo
cogiendo los pechos de mi prima con la mano y acercándolos a mi cara,
me los ofreció como ofrenda.
No me pude negar a sus caricias. Sin
moverme mi lengua recorrió el inicio del pezón que voluntariamente me
acercaban, y al hacerlo pude ver como se retraía tímidamente,
endureciéndose excitado. Rocío al verlo, quizás envidiando mi lengua, se
pegó a mí y también puso sus senos a mi disposición. No me podía
quejar, al alcance de mi boca estaban cuatro de los mejores pechos de mi
vida, deseosos que hiciera uso de ellos.
Lo excitante de la escena, me hizo
acomodarme en la cama y cuando ya estaba intentando acelerar sus
maniobras oí a María que me decía:
-¡Manuel! ¡Relájate!,¡ déjanos hacer!- y entre las dos me terminaron de quitar el pantalón, de forma que entre besos y caricias, me vi desnudo enfrente de ellas.
Rocío tomó la iniciativa, bajando por mi
cuerpo, su lengua se deslizó suavemente por mi cuello, pecho,
entreteniéndose cerca del ombligo, mientras sus manos subían por mis
piernas, acercándose a mi entrepierna. María, en cambio, seguía dándome
de mamar, mientras sus manos acariciaban la espalda de su amiga.
-¿Te gusta?-, me decía mientras yo mordía sus pezones, torturándolos.
Seis manos, seis piernas entrelazadas en
busca de placer, tres mentes perfectamente coordinadas en una meta
común, la unión de nuestros cuerpos y la exploración de nuevas
sensaciones.
El sentir, la humedad de la boca de
Rocío cerca de mi pene, me hizo gemir anticipando el placer que me iban a
otorgar. Fue la señal que esperaba la rubia para unirse a la otra y
cogiendo mi pene con la mano, jugueteó con mi glande mientras exploraba
todos sus pliegues. La moreno no queriéndose quedar atrás sin ningún
recato se apoderó de mis huevos, introduciéndoselos en la boca.
Atacado por dos frentes, sentía como
esas dos chavalas competían entre sí, buscando mi excitación, mientras
sus cuerpos se agitaban nerviosos por las caricias que mutuamente se
daban. Estaba disfrutando y ellas lo sabían, por lo que coordinándose,
ambas se apoderaron de mi falo con sus bocas. Alucinado me dí cuenta que
mi prima y su amiga se estaban besando a través de mí. Sin darse apenas
cuenta, sus labios se tocaban mientras sus lenguas jugaban sobre mi
piel, siendo yo un mero vehículo privilegiado de sus caricias.
Tantos estímulos hicieron que se
acelerara mi excitación y al sentir mis dos amantes que se acercaba,
como posesas buscaron ser cada una de ellas la dueña de mi explosión. Os
juro que en ese momento, no pude distinguir quien era la dueña de la
lengua que me acariciaba, ni la que con sus dientes mordisqueaba la
cabeza de mi pene porque eran ambas, las que intercambiándose la
posiciones, deseaban ser la primeras en beber de mi simiente.
-¡Yo también quiero!- protestó Rocío al ver que María se apoderaba de mi sexo.
Al expulsar mi pene las primeras gotas,
fueron dos lenguas las que disfrutaron de su sabor y ansiosas fueron dos
manos las que asieron mi extensión para buscar mi placer. Dominadas por
la lujuria, mi prima y su amiga comenzaron a menear m pene mientras
sus dos bocas estaban listas para recoger la cosecha. Creí que jamas iba
a disfrutar de algo semejante cuando mi semen recién salido fue
devorado por ellas. Como buenas amigas, María y Rocío compartieron
alternativamente el chorro que salía de mi capullo en perfecta unión y
no dejaron de ordeñar mi miembro hasta que convencidas que habían
sacado hasta la última gota. Entonces y con una sonrisa en sus bocas, me
preguntaron que me había parecido.
No les pude mentir:
-Ha sido la mejor mamada que nunca me han hecho-.
Satisfechas por su hazaña, se tumbaron a
mi lado y se abrazaron a mí, besándonos los tres con pasión. No
habíamos tenido suficiente y el sudor que corría por nuestros cuerpos
facilitaba nuestras maniobras. Al ver como Rocío se comía con los ojos a
mi prima, decidí ayudarla y poniendo a la rubia entre nosotros, empecé a
acariciarle los pechos. María se estremeció al sentir como cuatros
manos recorrían su cuerpos y notar como nuestras bocas se apoderaban de
sus pezones.
-Me encanta-, gimió cuando Rocío inició el descenso hacia su vulva y abriendo le gritó que era todo suyo.
La morena no se hizo de rogar y
separando con los dedos los labios inferiores de su amiga, acercó la
lengua a su botón de placer. Solo el aliento de la mujer, cerca de su
cueva hizo que mi prima sollozara de placer. Pero cuando introduciendo
un dedo en la vagina, comenzó a torturarla, esa humedad inicial se
transformó en río y un torrente de flujo mojó la mano de la otra mujer.
Rocío, al percibirlo, ansiosamente se llevó la mano a la boca bebiendo
de su sabor agridulce.
-¡Hazme el amor!- me rogó mi prima ya completamente excitada.
Sin esperar mi respuesta, se subió a
horcajadas sobre mí y empezó a ensartarse toda mi extensión. Al hacerlo
dándome la espalda, la postura permitió que su sexo seguía estando a
disposición de Rocío. Aunque no pude verlo, mi prima sonreía a su amiga
mientras se empalaba con mi miembro. La lentitud con la que se lo
incrustó, me permitió notar cada uno de sus pliegues al ir
desapareciendo mi pene en su interior y disfrutar de como mi capullo
rozaba la pared de su vagina al llenarla por completo.
Rocío al verla abierta de piernas con mi
sexo en su interior, debió de pensar que era algo demasiado atrayente
para desperdiciarlo y agachando la cabeza entre las piernas de mi prima,
con la lengua se adueñó de su clítoris., Y mientras se comía ese coño y
bajó la mano a su propia entrepierna y empezó a masturbarse.
-¡No es posible!, seguid así ¡soy vuestra puta! -
dijo María. Totalmente excitada por nuestros dobles manejos, aceleró
sus movimientos en un loco cabalgar. Con su respiración totalmente
entrecortada y el corazón latiendo desenfrenadamente, gemía pidiéndonos
que continuáramos, mientras su vulva se derretía por el calor y sus
manos pellizcaban sus pezones en busca de un plus de excitación.
Pero fue cuando Rocío se levantó y le
puso su sexo en la boca de la morena, cuando ésta estalló retorciéndose
como posesa. Sin parar de zamparse el coño de su amiga, se corrió dando
gritos. Demasiado excitado por la escena, mi pene explotó dentro de ella
de forma que mi simiente y su flujo se mezclaron antes de resbalar por
nuestros cuerpos.
Agotados caímos sobre la cama y entonces
Rocío se dedicó a absorber los restos de nuestra unión y reiniciando su
masturbación, consiguió su propio orgasmo justo cuando su lengua había
conseguido su propósito y sobre nuestros cuerpos no quedaba ningún
huella del éxtasis que nos había dominado.
Fue la propia Rocío quien, tras unos momentos de descanso, rompió el silencio llorando:
-¡No me lo puedo creer!, siempre
busqué en el sexo mi propio disfrute, y me habéis enseñado lo estupendo
que es dar en vez de recibir.
Pensando que lo único que le ocurría era
que se había puesto tierna por la tensión sufrida en la isla, dejé que
mi prima la consolara mientras pensaba en que ese infortunio nos había
cambiado. No solo había conseguido que dos mujeres de bandera
compartieran gustosas mi cama sino que ambas estuvieran ansiosas de
acariciarse entre ellas. Con mi morbo saciado, observé a María besar a
su amiga, diciéndole:
-Cariño, no llores. También Manuel y yo
sentimos lo mismo- y para afianzar sus palabras, dijo sin parar de
acariciarla: -¿Quieres que ahora seamos nosotros quienes te amemos?
Afortunadamente para mi alicaído
miembro, Rocío pidió que solo la abrazáramos y por eso unidos sobre esa
rudimentaria cama, nos besamos con ternura mientras ella se
tranquilizaba. Una vez repuesta, se levantó y mirando el reloj, soltó
una carcajada diciendo:
-Son las diez- y sacando a mi prima de
mis brazos, le soltó: -si no nos damos prisa en recoger algo de fruta
mientras Manuel pesca algo, ¡Hoy vamos a pasar hambre!
Comprendiendo que tenía razón, salí del
puñetero catre y sin esperar a ver que hacían, salí en busca de comida.
Con la caña en mis manos y mientras intentaba sacar un pez de las mansas
aguas, me dio tiempo a pensar en lo sucedido:
“Yo también las amo”, sentencié
mentalmente al percatarme de que no solo era atracción física lo que
sentía por esas dos chavalas.
Esa mañana me la pasé pescando y solo
cuando ya había atesorado siete jureles, decidí volver. Al llegar mi
prima y su amiga no habían vuelto de la plantación por lo que aproveché
el tiempo para dar de comer a los cerdos que teníamos en la cerca. Según
el plan que nos habíamos marcado, al día siguiente tendría que
sacrificar a uno de ellos y contrariamente a lo que hubiese supuesto
solo unos días antes, no sentí remordimiento alguno mientras los cebaba.
Al rato las vi llegar cargadas de fruta, por lo que corrí a ayudarlas. Rocío se negó a que le cogiera el bulto diciendo:
-Ayuda mejor a María, viene un poco indispuesta.
Sorprendido la miré y entonces me di
cuenta de que venían las dos borrachas. Intrigado por que hubiesen
bebido alcohol al no haberlo en esa mierda de isla, directamente
pregunté a la morena, de donde lo habían sacado.
-Mira- respondió y sacando una especie
de mango, me lo dio diciendo: -hemos encontrado estos frutos tirados por
el suelo y al probarlos están deliciosos.
Tanteando el terreno, mordí uno de ellos
y no me costó reconocer el tufo que desprendía. Supe entonces que el
sol y las altas temperaturas habían acelerado la fermentación
convirtiendo el azúcar en alcohol. Al no saber si eran comestibles,
regañé a las dos muchachas por haber sido tan brutas de comerlos sin
estar seguras.
-No lo pensamos- contestó la morena muerta de risa -¡Me siento de puta madre!
Mi prima que debía de haber comido más, tambaleándose, me preguntó de dónde venía la música.
-¿No la oyes?- soltó al ver mi cara alucinada y sin más empezó a bailar.
Su amiga se le unió en la arena y
siguiendo unos acordes que solamente ellas dos oían, se abrazaron
mientras sus pies no paraban de bailar. Comprendí en seguida que esos
frutos además de un contenido alcohólico alto debían de contener alguna
especie de alucinógeno y por eso, francamente nervioso, me quedé
observando la reacción de las dos muchachas. No tardé en descubrir que
sin buscarlo, tanto Rocío como mi prima empezaron a dotar a sus
movimientos de una sensualidad sin límite
-Tengo mucho calor- dijo la morena mientras con una mano se pellizcaba uno de sus pezones ante la atenta mirada de su amiga.
- Déjame ayudarte, ¿sí?- murmuró María estimulada al ver a su compañera de niñez acariciándose.
Rocío asintió un tanto sonrojada. Mi
querida prima con sus ojos impregnados de un extraño deseo, acercó su
boca al pecho de su amiga y lo besó mientras con sus dedos le acariciaba
la espalda. Al oír el gemido que produjo su acción, dejo que una de sus
manos fuese bajando y ya convencida, toqueteó la entrepierna de la
morena. Rocío no pudo reprimir su deseo y separando sus rodillas
permitió que se apoderara de su sexo.
- Mi amor…- suspiró al sentir que una de sus yemas jugueteaba con el botón que se escondía entre sus pliegues.
El corazón de María dio un vuelco al oír
esas dos mágicas palabras. Decidida a demostrarle que compartía el
mismo sentimiento, la besó con pasión tomándola por la cintura con su
brazo derecho y por su espalda con el izquierdo. Sin importarles que
estuviera presente, esas dos mujeres entrelazaron sus lenguas mientras
con sus dedos buscaban el placer de su contraria.
Rocío, en un momento dado, con la
pierna derecha abrió espacio entre las de su amada y dejó de acariciarle
la espalda para comenzar a acariciar sus glúteos. Entonces, sin pedirle
dejó sus manos sobre los pechos de mi prima, presionándolos al mismo
tiempo que volvía a meter su pierna entre las rodillas de la rubia. Ya
bastante excitado por ello, observé como sus cuerpos se contagiaban de
deseo y ya sin recato alguno, rozaban sus coños uno contra el otro
mientras no dejaban de besarse.
Fue María la que dio el siguiente paso,
violentamente, tumbó a su amiga sobre la arena y tirándose encima de
ella, empezó a morderle los pechos. Los gritos que salieron de la
garganta de Rocío me hicieron comprender que, aunque le hacía daño,
estaba disfrutando y por eso me mantuve quieto mientras mi prima se
lanzaba al asalto de su compañera.
“¡Qué bruta!” pensé al verla torturar los pezones de la morena.
Esta sin quedarse corta, clavó sus uñas
en la espalda de la rubia y dejó un profundo arañazo sobre su piel. Mi
hasta entonces tranquila prima, pegó un alarido y llevando su boca a la
de su amiga, le mordió el labio mientras su coño rebosaba de humedad. Sé
que entonces me di cuenta de que algo andaba mal pero contagiado por la
excitación del momento, me quedé plantado allí sin hacer
nada. Estimuladas de forma brutal por la sustancia ingerida, ninguna de
la dos era consciente de la violencia que estaban ejerciendo una contra
la otra.
La respuesta de Rocío no tardó en llegar y cogiendo del pelo a María, le obligó a agacharse entre sus piernas, diciendo:
-¡Comételo!
La rubia respondió introduciendo con
salvajismo dos dedos en la vulva de la morena mientras relamía
dulcemente el clítoris que le había ofrecido. Los chillidos de su amiga
al sentir la intrusión, no le bastaron e iniciando un mete-saca atroz,
empezó a follar con sus yemas el estrecho conducto de Rocío.
-¿Te gusta verdad?- le gritó al ver que tenía el sexo encharcado.
–¡Eres una puta!- respondió con la voz
entrecortada su amiga mientras se retorcía buscando el contestar a esa
agresión. Increíblemente, consiguió darse la vuelta y metiendo su cara
entre los muslos de mi prima, cogió entre sus dientes el botón del
placer de su agresora.
Viendo que estaban llevando al extremo
la mutua violencia, intenté intervenir pero con los ojos inyectados en
ira, María me soltó:
-¡No te metas!, ¡Esto es entre esta zorra y yo!
Con el rabo entre las piernas, volví a
sentarme. Desde el tronco que me servía de asiento, observé que las dos
mujeres alternaban golpes y mordiscos con verdadera dulzura y que tras
unos minutos donde no sabía el resultado de todo aquello, vi que poco a
poco la brutalidad de sus actos iba menguando incrementándose la pasión.
En un momento dado, las muchachas
cambiaron de postura y entrelazando sus piernas, empezaron a rozar sexo
contra sexo. Más tranquilo por haber desaparecido la violencia pero más
excitado que nunca, fui testigo del modo en que esas dos unieron sus
coños dejando atrás todo rencor. La primera en correrse fue Rocío que
totalmente descompuesta, gritó su placer a los cuatro vientos y
convulsionando sobre la arena, buscó el gozo de su compañera con mayor
pasión. María al sentir el flujo de su amiga recorriéndole las piernas,
halló su compensación con un prolongado y brutal orgasmo.
Tras el mutuo climax, las dos cayeron
desmayadas por lo que, viendo que estaban en una especie de trance, tuve
que ser yo quien las llevara hasta la choza. Una a una, las cogí en
brazos y las acosté en la cama. Solo cuando me aseguré de que dormían y
que estaban bien, decidí cocinar los peces en la hoguera.
Al cabo de dos horas, me acerqué hasta donde estaban y despertándolas, les pregunté cómo estaban.
-Tengo sed- respondió la morena y mirando a su alrededor me preguntó por qué estaba acostada.
-¿No te acuerdas?- contesté.
Intentando hacer memoria, se rascó la
cabeza y bastante aturdida, me respondió que solamente se acordaba de
estar con María recogiendo fruta. Para entonces mi prima se había
incorporado y ratificando las palabras de su amiga, confirmó que a ella
le ocurría lo mismo.
Al oírlas solté una carcajada y tomando
asiento en una orilla de la cama, les expliqué lo ocurrido. Me divertí
al comprobar sus caras de espanto por el modo en que se habían
comportado y ya con ellas más tranquilas, les amenacé con que algún día,
yo probaría esos malditos frutos.
-¡Ni se te ocurra!- exclamó la rubia
señalando el arañazo que le recorría el pecho –Si esto me lo ha hecho
Rocío, imagina que me harías.
La aludida sonrió antes de contestar mientras le acariciaba el trasero:
-Te rompería este culo tan bonito.
Muerta de risa, mi prima le pasó su brazo por la cintura y mirándome con deseo, me soltó:
-Para que me hagas eso, no necesitas ese fruto. ¿Verdad? Cariño
ESTE TEXTO ES DE GOLFO. YA QUE INCLUYES MIS RELATOS, AL MENOS PON EL AUTOR Y UN LINK A MI BLOG
ResponderEliminarTodavía no puedo creer que no sé por dónde empezar, me llamo Juan, tengo 36 años, me diagnosticaron herpes genital, perdí toda esperanza en la vida, pero como cualquier otro seguí buscando un cura incluso en Internet y ahí es donde conocí al Dr. Ogala. No podía creerlo al principio, pero también mi conmoción después de la administración de sus medicamentos a base de hierbas. Estoy tan feliz de decir que ahora estoy curado. Necesito compartir este milagro. experiencia, así que les digo a todos los demás con enfermedades de herpes genital, por favor, para una vida mejor y un mejor medio ambiente, por favor comuníquese con el Dr. ogala por correo electrónico: ogalasolutiontemple@gmail.com también puede llamar o WhatsApp +2348052394128
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